"-Adivina dónde estoy."
Lejos de mí. Eso es lo que pienso.
Acababas de hacerme sentir que nada tiene sentido. Que la vida es más difícil de lo que siempre he pensado. Que sientes que las cosas continúan, pero nunca sabes de qué modo.
Y me preguntas que si sé dónde estás. Es más, quieres que adivine.
No lo sé, pero sí te puedo decir dónde estoy yo.
Estoy en un saliente del río, sintiéndome impotente contigo. Con nosotros.
Me dices que de la vuelta, que vaya contigo.
Y yo voy. Con rabia, sin saber ni qué decirte.
Sólo sigo hacia atrás.
A medida que avanzo me siento tonta. Pero no puedo parar mis pies. Siguen, no paran.
Encima tengo que bajar escaleras. Esto es el colmo.
Al fin te veo.
Me sonríes e insistes en que baje contigo.
Y no puedo evitarlo.
Las lágrimas empiezan a aparecer, a pesar de que no tienen sentido. O si.
Supongo que nunca lloramos porque sí.
Llego a donde estás, vuelves a sonreír y me abrazas.
Me abrazas como siempre,
haciéndome sentir que estoy dónde tengo que estar.
Miro a mi alrededor y esta vez sonrío yo.
Estoy en el muelle. Rodeada de agua.
Rodeada de ti.